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Darán que hablar: Andrés Salado


Tiene buen caracter, es cercano pero riguroso, sabe hablar con calma a la orquesta pero es inflexible con la ejecución. Un nuevo modelo de director que pretende aniquilar al 'director dictatorial' para establecer un tú a tú con los músicos sin perder el respeto. Se llama Andrés Salado, es madrileño, y viaja por las orquestas españolas curtiendo a los jóvenes intérpretes y acercando a un nuevo público a los auditorios.

No nos engañemos. Si no enseñamos a nuestros niños y jóvenes a amar la música clásica o, al menos, a disfrutar con ella, dentro de 50 años no será la crisis la que cierre los auditorios, sino la escasez de público. Andrés Salado, a sus 28 años, sabe que encandilar a los niños con esta música es importante, pero sin ser paternalista con ellos ni hablarles como quien le habla a un extraterrestre. Por eso los integrantes de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid (Jorcam) que tocaron a sus órdenes el pasado diciembre acabaron encantados y están deseando repetir.

Es un director amable, no porque lo exija ningún código no escrito (la historia nos demuestra más bien lo contrario). "Karajan, Bernstein o Kemplerer han sido directores de un siglo, una historia y un estilo de vida que ya no nos pertenecen. Pueden volver modas, pero la imagen de director dictatorial ha pasado a la historia, porque ya no es necesario. Yo sonrío porque lo siento, no estoy fingiendo", explica. Y sonríe, y vuelve a sonreír, y resopla cuando los pentagramas le superan a él o a la orquesta. Sabe que no es un gran director, pero espera serlo algún día, a golpe de experiencia.

Percusionista durante años de esa misma Jorcam que dirigió desde el podio a finales de 2011, recuerda el compañerismo de aquellos días en los timbales, y de sus labios sale el nombre de Otto Kemplerer, aquel director que estrenó las óperas y sinfonías de los músicos rompedores del Berlín previo al fascismo. Que también era percusionista. "La percusión te da un gran sentido del ritmo y eso es fundamental para un director de orquesta: unificar y saber mandar", comenta.

Viene de Tenerife, donde ha dirigido conciertos para escolares, y ahora mismo está con la Sinfónica de Bilbao, dando conciertos didácticos basados en la Guía de orquesta para jóvenes de Benjamin Britten, esa entretenida y muy didáctica pieza en la que se presenta la orquesta a un público no aficionado. Y es que hacen falta ese tipo de directores que, como Salado, no viven enfrascados en la música, creyendo que lo demás que hay en el mundo es demasiado banal para prestarle atención. Presume de seguir quedando con sus amigos para echar pachanguitas los fines de semana, de pasar las noches tirado en el sofá no partitura en mano, sino viendo series; y presume de ser una persona normal, un chico de 28 años que no vive obsesionado con la música, a pesar de que sea uno de los ejes de su vida.

Salado seguirá intentando acercar a la juventus a este mundo al que hay demasiado polvo que quitar, el de la música clásica. Y quizá gracias a otros como él, dentro de 50 años, podamos ver más zapatillas que bastones en los auditorios. No es el primero: las óperas juveniles del Teatro Real, los conciertos para escolares del Auditorio Nacional, los encuentros de la Orquesta de la Comunidad de Madrid con colegios o el proyecto de crear una zarzuela entre mayores y niños de los Teatros del Canal son nuevas muestras de que hay que tomar cartas en el asunto. Mientras tanto, seguiremos de cerca el tono amable de este director que sigue buscando nuevos aficionados sin palabras ostentosas ni discursos demagogos. No le pierdan la pista, algún día sus hijos les hablarán de él. Y quizá les pidan que los lleven a un concierto.

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