Creó parte de las melodías más hermosas y universales de la historia del cine. Pasaba desapercibido, y creía que la música debía estar al servicio de la emoción, desprovista de ornamentos innecesarios. Ahora, tres meses después de que Italia celebrase el centenario de su nacimiento, es más que necesario recordar a Nino Rota con motivo de los 40 años de El Padrino.
Cuenta la historia que un hombre esperaba el autobús. Federico Fellini lo vio tranquilo en la parada y se acercó a preguntarle qué hacía. El hombre le indicó que esperaba un autobús que Fellini sabía que no pasaba por allí. Intentó decírselo, pero el hombre insistía en que el autobús que esperaba pasaría por allí. Fellini siguió intentando convencerlo hasta que el autobús que no pasaba por allí paró ante ellos. Surrealista, descabellado, muy felliniano fue este primer encuentro entre el cineasta y Nino Rota.
"Me pongo cerca del piano en el que se instala Nino y le digo exactamente lo que quiero. Naturalmente, no le dicto los temas; sólo puedo guiarle y decirle justamente lo que deseo. De todos los músicos que trabajan en el cine, él es, a mi parecer, el más humilde", contaba Fellini. El cineasta hizo de Nino Rota su baluarte para que la música fuese un actor más de sus películas, y colaboraron mano a mano, de igual a igual, en 14 filmes para la eternidad (Amarcord, Otto e mezzo, La dolce vita...) y ello le llevó a colaborar con otros directores como Francis Ford Coppola (El Padrino), Franco Zeffirelli (Romeo y Julieta) o Lucchino Visconti (El Gatopardo).
En su música hay algo de Shostakóvich y de músico callejero, de trovador medieval y de sonata clásica. Y desafiando a todo lo anterior, la definición de su obra: neorromántica. En sus sencillas pero poderosas melodías está la esencia de su música: menos es más. Lo demuestra sin igual en las músicas compuestas para la película La Strada. Una melodía de trompeta simboliza todo su universo de tristezas y soledad, con un aire provinciano (Rota bebía sin descanso de las fuentes de la música popular italiana).

Rota también tuvo una conexión madrileña: con el maestro de la Generación del 50, el compositor vasco Carmelo Bernaola. Entablaron conversaciones y mantenían la comunicación en la distancia pero, con la muerte de Bernaola, todo el trasfondo de aquella relación se fue con los compositores a los cielos. Su viuda admite que sí que hubo una relación fluída, pero que Bernaola se la guardó como un tesoro, y que no dejó transcrito nada que nos pueda servir para adivinar lo que hablaron o dejaron de hablar. En Madrid podrá escucharse la música de Rota y rememorar aquel encuentro en el concierto que darán con obras del italiano los solistas de la Orquesta Sinfónica de Madrid en el Teatro Real el próximo 1 de abril a las 12.00.
Ahora solo nos queda la música de un posverista que tuvo que luchar contra unas vanguardias que rechazaban su música una y otra vez. Nino Rota es, según Riccardo Muti, uno de los compositores italianos más importantes del siglo XX, a la altura de Puccini y Luciano Berio. Su música, discreta y sin alardes de grandeza, es la puerta más certera para conocer qué fue de este compositor milanés que se fue a morir a la ciudad eterna, quizá convencido por un Fellini que vio en las calles romanas todas las virtudes y maldades del mundo. Para los que solo conozcan la música de El Padrino, aquí les dejo una pequeña pero colosal Sarabanda y Toccata para arpa.
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