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Los pecados de la prensa melómana

¿Y si la culpa de que a la música clásica le cueste tanto acercarse a nuevos públicos la tuviésemos los que la promocionamos? ¿Por qué damos por hecho que el lector sabe lo que es un pizzicato, que conoce las características de una orquesta barroca o que conoce el tipo de música que se hacía en el Renacimiento? ¿Por qué nos conformamos con escribir para un público formado en lugar de escribir para todos? Estos son los pecados de los periodistas especializados en música clásica, entre los que me incluyo. No pretendo dar clases de Periodismo, porque no soy quién para hacerlo, esto son mis reflexiones fruto de mis propios errores.

Vocabulario complicado. Muchas veces al lector puede hacerle sentir mal el hecho de que en el texto se citen continuamente determinadas palabras. Es lo crea una situación incómoda: ¿Debería todo el mundo conocer estos términos y yo como soy un ignorante no los conozco? La labor del periodista debe ser no solo informativa, sino en el caso de las artes, también didáctica. Hay que enseñar al lector. Si no se lo explicas, dejará de interesarse por el tema por considerarlo elevado, mientras que si se lo explicas, irá adquiriendo un léxico especializado y tendrá inquietud por seguir buceando en este mundo. Si hay que perder una línea para explicar que una cadencia es un parte solística (escrita o no) en la que el solista tiene más libertad para interpretar, se pierde. Hay que escribir para todos.

Críticas que parecen fanfarronadas. Siempre me lo he preguntado: ¿De qué sirven las críticas en las que no se da contexto? O peor aún, ¿De qué sirve una crítica de un espectáculo que, cuando se publique, el público ya no podrá ir a ver?. En la crítica, al igual que en los otros géneros, hay que escribir con criterio y mostrar una valoración, pero también darle al público razones suficientes (como en un análisis) para que entienda por qué este conjunto es digno de pagar una entrada. La crítica debe de cumplir esa función que nos enseñaban en la facultad de crear opinión pública, de hacer que algo se mueva en la cabeza del lector. Curiosamente, creo que esto lo hacen mejor los críticos de pop y rock. Si algunos de sus textos te hacen querer saber más sobre el grupo y escuchar en Spotify más canciones para comprobar lo que dice el crítico, la misión está cumplida.

Concretar y analizar. Tendemos a generalizar: la ópera, la música barroca, el Romanticismo alemán, la música contemporánea... Cada una de esas áreas se dividen en miles de aristas que abren un mundo de antagonismos y posturas radicalmente distintas. Por ejemplo, dentro del Romanticismo, ¿Qué tienen que ver las músicas de Berlioz, Mendelssohn y Chopin? Hay que concretar y dar rasgos muy peculiares: no se puede decir al público que Wagner y Verdi pertenecen a la misma época sin dar matices y quedarse tan ancho. Muchas veces los periodistas no tenemos el tiempo suficiente para estudiar esas diferencias, pero eso no debe pagarlo el lector.

Tirar de la emoción. Lo que nosotros llamamos "el color". Hay que dar detalles que ayuden al lector a imaginarse que está hablando con ese director o entre los atriles de ese ensayo. La emoción es la mejor herramienta para llegar a traves del papel a una persona que espera trasladarse a un lugar en el que nosotros hemos tenido el privilegio de estar. El olor de un archivo, el tic de un músico, las manías de un director antes de salir a escena, los secretos de la vida de un compositor, el hermoso grabado que se dibuja sobre la caja de una viola da gamba... Como ya he dicho, es un privilegio poder estar entre bambalinas en un ensayo de ópera, acudir a los ensayos previos a un concierto (recuerdo un Mesías con un coro de 500 personas en el Auditorio Nacional en el que yo era el único público), y por eso hay que compartir ese privilegio con los que no lo tienen. Es nuestra obligación.

Pensar en el bolsillo. Es obvio que los ciclos de Ibermúsica tienen una calidad exquisita. Pero por muy crack que sea tocando el arpa Xavier de Maistre (antiguo arpista solista de la Filarmónica de Viena), no puedes decirle a la gente que vaya al concierto en los tiempos que vivimos obviando que la entrada cuesta 150 euros. Hay que ser consecuente y no marcarse recomendaciones que el lector considere un insulto y que parezca que estás escribiendo para una élite por la que la crisis no pasa. Luego hay veces que se alinean los planetas y, por ejemplo, se puede ver a Barenboim con la orquesta del West-Eastern Divan en la plaza de toros de Ronda por 10 euros o en la Plaza Mayor de Madrid, gratis. Entonces hay que resaltarlo y desplegar todos tus encantos para que la gente se acerque.

Apostar por talentos, acercar con sencillez. Los músicos y directores no viven eternamente. La historia nos ha dejado una lista de divos incuestionables como Callas, Karajan, Bernstein, Perlman, Rostropovich o Carreras. Pero hay que renovar la agenda y empezar a escuchar a jóvenes que tienen mucho que decir en este mundo tan complicado de la música. El periodista de música clásica debería ser como un ojeador de fútbol y tantear los conservatorios y los conciertos de jóvenes solistas para empezar a sacar a la luz a esos chicos que el día de mañana serán nuestra música. Y además, esos chicos, que suelen ser personas normales y corrientes, nos pueden ayudar a mostrar que los que se suben al escenario ven las mismas series que nosotros en el ordenador, salen de fiesta por las noches y van a los campos de fútbol. Un lector probablemente no se identificará con Rafael Frühbeck de Burgos, pero a lo mejor sí con un Pablo Heras Casado mostrando su lado más humano y cotidiano.

Leer y escuchar. Sabíamos a lo que veníamos. Sabíamos que esto de ser periodista implica no parar de estudiar nunca (eso lo tenemos en común con los músicos). Lo de la carrera de cinco años (ahora cuatro) es un mero trámite para aprender lo básico y obtener la licenciatura (ahora grado), el verdadero aprendizaje empieza en las redacciones, en los estudios de radio, en los platós de televisión y en la calle. Por eso no nos podemos conformar con recoger una nota de prensa o hacerle un par de preguntas a un experto: hay que leer libros de música clásica, escucharla en casa, hacerse unos apuntes, ir a conciertos, leer revistas especializadas escritas por gente que lleva toda la vida consagrada a esto. Que a nadie se le caen los anillos por dedicar media hora al día a escuchar canciones de Grieg o preludios de Debussy.

Y dicho esto, solo queda añadir que todo esto tengo que aplicarlo yo mismo. Muchas veces con las prisas se nos olvida para quién escribimos y por qué. Si se os ocurren más, no tenéis más que decirlo en los comentarios.

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2 comentarios:

Pablo J. Vayón dijo...

Buen guión para un debate interesantísimo y absolutamente necesario para los que nos dedicamos a esto. Tendría mucho que decir sobre cada apartado, aunque ahora no tengo mucho tiempo. Creo que el trabajo se puede afrontar desde muchos puntos de vista diferentes (no es lo mismo escribir para un diario local una crítica de concierto que para una revista especializada una reseña de disco, por ejemplo), pero hay algo importante que me parece común a y que a veces se olvida: información. Antes que nada, una crítica tiene que ser informativa; y, por supuesto, la valoración, siempre contextualizada (en este asunto, la subjetividad pura no sirve para mucho). Y no siempre es fácil.

Miguel dijo...

Hola Pablo! Gracias por pasarte por aquí y, aunque es abusar de tu confianza, si en algún momento tienes un poco más de tiempo, me encantaría saber algunas de tus opiniones al respecto. Gracias!

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